EspañolEnglish

Editorial

Un recuerdo indeleble que conservo es la primera vez que vi un televisor. Tenía 11 años, y por la ventana del comedor de los profesores del colegio en donde estaba internado, los sacerdotes -era un seminario- veían un noticiero sobre la guerra de los seis días. Me impresionó muchísimo la eficacia del ejército israelí que se enfrentó a todos sus vecinos árabes, derrotándolos en menos de una semana.

También recuerdo el libro Éxodo, de León Uris, que trata de las peripecias de los emigrantes judíos de toda Europa que buscan llegar al nuevo estado de Israel. Me impresionó sobre manera la astucia que tuvieron para organizar un estado en un ambiente completamente antagónico. Una verdadera clase de determinación de un pueblo que busca cumplir con su destino.

Hoy día, han pasado varias décadas, pero en todas hemos visto que los enfrentamientos en el llamado oriente medio, que es un territorio de fronteras indefinidas que no explica nada más allá que la visión de la Inglaterra imperial, se han mantenido en su altas y bajas.

En otro recuerdo disperso, aparece aquel día que me presente a la policía en Barcelona, España, ya que era un requisito en aquel entonces para los extranjeros que vivíamos en la ciudad. Eran los años 80 del siglo 20, y allí mismo estaba un joven más o menos de mi edad que fue también a cumplir con el procedimiento. Pero había una gran diferencia, él se presentó como apátrida, era palestino, pero no tenía un país. Parece una situación irracional, pero ahora mismo afecta a millones de personas.

No hay discusión sobre la barbaridad de los ataques a jóvenes participantes a un festival de música, con sus consecuencias letales. También es una demostración de que la guerra hoy en día es de otra naturaleza. Mas tecnológica, pero no menos despiadada, como vemos en la respuesta que Israel está aplicando sobre la población de Gaza.

Así como en 1967, Israel tomó la iniciativa y agarró por sorpresa a Egipto, acabando a más de la mitad de su fuerza área en las primeras horas de una guerra más que anunciada, los militantes palestinos usaron drones para desactivar cámaras de vigilancia y ametralladoras automáticas en la frontera.

Ahora bien, basta ver las fotografías de los jóvenes fuertemente armados para inferir que algún poderoso financista está detrás de estos temerarios ataques. Hasta donde sabemos los palestinos no son precisamente un pueblo nadando en riquezas, de algún lado ha de venir el financiamiento…hay sospechosos por supuesto.

Hamas, la organización que dirigió el ataque, considera ilegítima la existencia de Israel y describe al Estado judío como un proyecto colonial y a sí mismo como un movimiento anticolonial, y que la lucha armada es su única opción.

Como respuesta, el gobierno de Israel ha prometido acabar con ellos y ya la cuenta pasó de los mil muertos. Triste, muy triste ver a los primos cambiando las piedras por misiles para autodestruirse.

Poniéndonos a pensar un poco en el contexto de la celebración de la cultura hispana no podemos dejar de contemplar que el hecho de que, si bien los Judíos y Árabes fueron expulsados de España en el siglo XIX, también es cierto que estuvieron por más de 400 años en la península y las dos culturas, o religiones, le dieron su impronta a lo que devino en el carácter español. Como dije, y terminamos siendo todos primos.

Básicamente es tiempo perdido ponerse de uno u otro bando. Personalmente, estoy en contra de cualquier guerra. Básicamente no se saca nada bueno de ella.

Editorial

An unforgettable memory I keep is the first time I saw a television. I was 11 years old, and through the window of the teachers’ dining room of the seminary where I studied, I saw them watching a news program about the Six-Day War. I was extremely impressed by the effectiveness of the Israeli army that faced all of its Arab neighbors, defeating them in less than a week.

I also remember the book Exodus by León Uris, which deals with the adventures of Jewish emigrants from all over Europe seeking to arrive at Israel’s new state. I was impressed by the cunning they had to organize a state in an utterly antagonistic environment—a genuine determination of a people seeking to fulfill their destiny.

Several decades have passed, but in all of them, we have seen that the confrontations in the so-called Middle East, a territory of indefinite borders that does not explain anything beyond the vision of imperial England, have remained at their highest and low.

In another scattered memory, I remember the day I went to the police station in Barcelona, Spain, since it was a requirement at that time for foreigners who lived there. It was the 80s of the 20th century. There was a young man there with me, more or less of my age, who also went to comply with the policy. But there was a big difference. He presented himself as stateless; he was Palestinian but did not have a country. It seems like an irrational situation, but it affects millions of people right now.

There is no discussion about the barbarity of the attacks on young participants at a music festival, with their lethal consequences. It is also a demonstration that war today is different. More technological but no less ruthless, as we see in the response that Israel is applying to the population of Gaza.

Just as in 1967, when Israel took the initiative and caught Egypt by surprise, wiping out more than half of its air force in the first hours of a more-than-announced war, Palestinian militants used drones to turn off surveillance cameras and automatic machine guns in the border.

Now, look at the photographs of the heavily armed young people to infer that some powerful financier is behind these reckless attacks. As far as we know, the Palestinians are not exactly a people swimming in wealth; the financing has to come from somewhere, and there are suspects.

Hamas, the organization that led the attack, considers Israel’s existence illegitimate and describes the Jewish state as a colonial project and itself as an anti-colonial movement, stating that armed struggle is its only option.

In response, the Israeli government has promised to end them, and the death toll has already surpassed a thousand. Sad, incredibly sad to see cousins changing stones for missiles to self-destruct.

Thinking a little about the context of the celebration of Hispanic culture, we cannot help but contemplate the fact that, although the Jews and Arabs were expelled from Spain in the 19th century, it is also true that they were in the peninsula for more than 400 years. The two cultures, or religions, gave their imprint on what became the Spanish character. Like I said, we all ended up being cousins. It is a waste of time to take one side or the other. I am against any war. Nothing good comes of it.